Desnutrición infantil y discapacidad, un peligroso vínculo
Es indiscutible la interrelación que existe entre pobreza y desnutrición, la cual ha motivado trabajos de investigación de diversos organismos. La desnutrición infantil es un síndrome clínico, caracterizado por un insuficiente aporte de proteínas y/o calorías necesarias para satisfacer las necesidades fisiológicas del organismo. En este trabajo se expone la vinculación existente entre desnutrición infantil, problemas nutricionales y anemia (en niños y mujeres embarazadas) y la aparición de sujetos con discapacidad mental o trastornos conductuales.
Muchos de los casos de niños que llegan derivados a la escuela especial (en donde me desempeño como integrante del gabinete escolar) -y en particular aquellos que han fracasado en los primeros dos años de EGB- son diagnosticados como “retraso madurativo” o “trastornos de aprendizaje”. Es este un diagnóstico generalista e impreciso, justamente a la espera de una precisión diagnóstica posterior que devendrá con la maduración del niño, el despliegue de sus capacidades y futuras investigaciones. Al indagar en la historia vital del niño y su familia, y al no encontrar ningún episodio significativo que pueda ser considerado motivo de sus dificultades actuales, aparece como dato relevante el haber padecido en sus primeros años de vida un cuadro de desnutrición infantil. Si bien en la actualidad se encuentran comprendidos en un programa de bajo peso en algún servicio hospitalario, indudablemente la carencia alimentaria de los primeros años de vida ha dejado su marca. Es indiscutible la interrelación que existe entre pobreza y desnutrición, la cual ha motivado trabajos de investigación de diversos organismos.
En todos ellos la constante es la vinculación entre el estado de desnutrición infantil y la afectación del crecimiento físico, bioquímico y mental, con numerosas consecuencias clínicas apreciadas desde el punto de vista morfológico y funcional. Todo niño que ha sufrido desnutrición infantil evidencia un retraso en su crecimiento, en la talla y el peso corporal, en relación a la edad. Ha quedado ampliamente demostrado que las secuelas dejadas por la desnutrición se hacen evidentes en las alteraciones antropométricas, reducción del perímetro cefálico, talla baja, anemias, carencia de micro nutrientes, hipovitaminosis A, predisposición a contraer infecciones, alteraciones inmunológicas, trastornos a nivel del sistema nervioso central y disminución del C.I. Estudios científicos Algunos estudios hablan de niños aparentemente normales o aún “gorditos” pero “acortados” en relación a la talla esperable para su edad. Se habla de “petisos sociales”. Para el CESNI (Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil), en estos niños la dieta no cubre los requerimientos de hierro, calcio y en menor medida zinc y vitamina A; es la llamada desnutrición oculta.
Este problema abarca varias deficiencias nutricionales, aunque la más común es la falta de hierro, que provoca anemia por falta de hierro. La desnutrición infantil es un síndrome clínico, caracterizado por un insuficiente aporte de proteínas y/o calorías necesarias para satisfacer las necesidades fisiológicas del organismo. La infancia es el período caracterizado por el crecimiento corporal, que requiere una cantidad determinada de nutrientes para sintetizar nuevos tejidos o culminar etapas importantes, como el desarrollo neurológico (Lic. Verónica Piovani y Lic. María de las Nieves Piovani. Definición elaborada sobre la base de los conceptos vertidos por la Dra. Norma Avelina Perez, directora asociada de la Maternidad Vidal de Corrientes, capital). Comprende desde el nacimiento hasta la adolescencia, es decir el período de vida en el que tienen lugar las más importantes transformaciones del crecimiento físico y desarrollo y organización psíquica. Diversos estudios científicos han demostrado que la anemia y la deficiencia de hierro afectan la actividad cerebral y la capacidad cognitiva, en especial durante la infancia, perjudicando el desarrollo mental y psicomotor.
Estos estudios han determinado una diferencia de 5 puntos en el C.I. de niños anémicos, lo cual comprometerá su desarrollo y competitividad futuros. Una nutrición deficiente provoca consecuencias irreversibles en un niño. Está comprobado que en niños mayores la anemia está relacionada con falta de energía y fatiga, la cual afecta el rendimiento escolar y el aprendizaje. Incide en el comportamiento, falta de atención, irritabilidad, inseguridad y determina disminución en la actividad física.
Según datos de la OMS, la anemia es la séptima causa de muerte en la población mundial; constituye el problema nutricional más grave del mundo. El 90% de los anémicos viven en países subdesarrollados. Un trabajo realizado por la Sociedad Americana de Neurociencias ha mostrado que la falta de hierro provoca trastornos del sueño y ocasiona movimientos involuntarios de piernas y brazos. Según este mismo informe, la carencia de este mineral provoca generalmente problemas en la producción de dopamina, sustancia que transmite mensajes al cerebro y al sistema nervioso central. Debido al desconocimiento de este desorden y su vinculación con el déficit de hierro, muchos pediatras o padres piensan que se trata de niños hiperactivos, rebeldes o dispersos, cuando en realidad puede tratarse de una alteración neurológica provocada por la carencia de este mineral.
Quiero dejar en claro en este trabajo la estrecha vinculación existente entre desnutrición infantil, problemas nutricionales, anemia en niños y mujeres embarazadas y la aparición de sujetos con discapacidad mental, o trastornos conductuales. Desde los años ‘80, la desnutrición se abordó no sólo como un problema biológico, sino como la conjunción de factores económicos, antropológicos, sociológicos y culturales. Algunos ejemplos clínicos A continuación se describen sintéticamente algunos casos de niños que concurren a escuela especial y que presentan retrasos madurativos y trastornos de aprendizaje como consecuencia de su diagnóstico de desnutrición. 1) L. tiene 9 años 8 meses, vive actualmente con sus abuelos maternos (el abuelo y su pareja). En la entrevista inicial, su abuelo relata que en oportunidad de una visita a casa de su hija, observó que L. “no estaba bien de salud y estaba desatendido”. En ese entonces tenía 1 año y 2 meses de edad. No sostenía la cabeza, no reía, se mantenía en actitud pasiva y dormía más horas de lo esperado. Decidió entonces criarlo él, y su hija (madre del niño) accedió ya que además tenía otros hijos. Allí comenzaron los estudios médicos, resultando con un diagnóstico de desnutrición grave, y el niño debió permanecer un mes internado. Actualmente L. continúa en un programa de bajo peso.
En cuanto a su maduración, es evidente el retraso que presenta. Se expresa con dificultad, es de talla y peso comparable a un niño de 4 años, y su desarrollo cognitivo y motriz también corresponden a esa edad. Es irritable, tiene episodios en que arremete sin motivo aparente (como una verdadera descarga), se enoja y llora. 2) D. nació de un embarazo no deseado a los 6 meses de gestación. Estuvo 3 meses en incubadora por ser prematuro. Marcha a los 4 años. Proviene de una familia de muy bajos recursos socio-económicos. Durante sus primeros años de vida tuvo desnutrición grave; actualmente continúa en programa de bajo peso y control médico y tiene desnutrición de 2º grado. Presenta una conducta voraz con respecto a la comida, de modo que come demasiado para el tamaño de su estómago y después vomita (según informa la pediatra que lo atiende). Su edad cronológica es de 6 años y medio, pero madurativamente funciona como un niño de aproximadamente 3 años, tiene enuresis y encopresis nocturna. 3) P. tiene actualmente 9 años y está en control por desnutrición. Se evidencian dificultades visuales y una inmadurez generalizada que se manifiesta en el lenguaje (escaso y con dificultad de articulación), en la conducta viso-motora, con indicadores de daño orgánico y en la dificultad para el aprendizaje escolar.
Concurrió 3 años a escuela común, no pudiendo superar el nivel inicial, por lo cual debió ser incorporado tardíamente a escuela especial. Según consta en un informe psicopedagógico, la desnutrición padecida por el niño ha dejado una secuela importante que obstaculiza sus aprendizajes. En todos estos casos, estamos hablando de niños que provienen de familias de muy bajos recursos económicos y culturales. En ellos la prioridad es la supervivencia, de modo que los controles médicos y la escolaridad pasan a un último plano, a tal punto que no se los considera como elementos importantes para sus vidas. Tienen otras urgencias. Para finalizar Estos casos que he presentado para ejemplificar un problema tan grave, tanto en nuestro país como en el mundo, me hacen reflexionar acerca de un concepto que trabaja Silvia Bleichmar (doctora en Psicoanálisis) en su libro “Subjetividad en riesgo”
La doctora sostiene que “el malestar sobrante” no está dado, en nuestra sociedad actual, sólo por la dificultad de algunos a acceder a bienes de consumo, ni tampoco por el dolor que pueden sentir otros, más afortunados materialmente, pero en tanto sujetos éticamente comprometidos y provistos de un Super-Yo atravesado por ciertos valores que aluden a la categoría general de “semejante”, ante el hecho de disfrutar beneficios que se convierten en privilegios ante la “carencia entorno”. La desnutrición infantil forma parte de esta “carencia entorno” y nuestro dolor está aquí como sujetos éticamente comprometidos, capaces de disfrutar de ciertos beneficios que se convierten en privilegios, pero -como dice la autora más adelante- aquello que puede disminuir el malestar sobrante, es recuperar la capacidad pensante, la posibilidad de interrogarnos, de teorizar acerca de los enigmas y mediante ello, recuperar el placer de invertir lo pasivo en activo.
Fuente: Desnutrición infantil y discapacidad
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