Poema de mi antepasado Diego La Moneda

 

Tengo la inmensa satisfacción de pertenecer a la familia La Moneda por parte de mi abuela materna Catalina Fernández La Moneda y de tener como antepasados a Diego y Patrocinio que fueron escritores de su época. Poetas como yo. Y me llena de orgullo contaros un pequeño trazo de su vida y un poema de Diego, de muestra. Sacado de un álbum familiar.


De la ingente pléyade de autores del siglo XIX, desconocidos hasta la fecha, tenemos a veces la ocasión de descubrir la trayectoria literaria de estos noveles, grandes amantes de las letras, que sin ánimo alguno de pretender una proyección más allá de lo íntimo y familiar, han dejado tras de sí una producción digna, que merece al menos, ser divulgada para ir completando el elenco de estos escritores del siglo XIX, naturales de la provincia de Jaén. De entre estos escritores anónimos realizamos un bosquejo biográfico así como damos a conocer la producción literaria del que fuera registrador de la Propiedad Diego de lamoneda y lamoneda (Begíjar, 1839-úbeda,1888). Únicamente, tres de sus poemas fueron publicados, uno de ellos en el «mensajero» (¿Revista El Mensagero?), en 1862; y los dos restantes en «el eco granadino», ambos del año 1863. tanto Patrocinio de Biedma lamoneda como Diego de lamoneda y lamoneda, aparte de compartir la misma ascendencia, siendo de hecho primos terceros –como podemos fácilmente comprobar en el cuadro genealógico que se acompaña–, compartían también una acendrada devoción por la literatura. A modo de pequeña introducción genealógica, el linaje de los lamoneda procede de los Simonetta italianos, exiliados en Castilla en el último cuarto del siglo XV como consecuencia de la convulsa situación política en los dominios milaneses de los Sforza en donde habían ocupado importantes cargos públicos hasta que cayeron en desgracia, lo que les obligó a dirigirse hacia tierras ibéricas y galas, castellanizando y afrancesando su apellido italiano originario por el de lamoneda y le Monet, respectivamente. el primer solar que ocuparon en Castilla fue en la Ciudad de Burgos, de donde pasaron a comienzos del siglo XVI a la de Alcaraz (Albacete).  Será en la primera mitad del siglo XVII cuando una de estas ramas radicó en Baeza, dejando sucesión. entre los años 1723 y 1728 pasarán a avecindarse a Begíjar, aldea dependiente por entonces de alfoz de la jurisdicción baezana, contra cuyo Concejo plantearán diversos pleitos de hidalguía, saldados siempre a su favor.

Como hemos comprobado, Diego de lamoneda procedía de una linajuda familia hidalga instalada en Begíjar a principios del siglo XVIII. Según reza en su partida de nacimiento, nació Diego en Begíjar el 24 de diciembre de 1839, en donde pasó su infancia hasta la hora de marchar a estudiar al Seminario de Baeza en donde cursó sus estudios elementales y de latinidad entre los años 1849 a 1853, para luego trasladarse a Granada donde finalizó sus estudios de Bachillerato en Artes en junio de 1857; ciudad en la que además cursó sus dos primeros años de Derecho entre 1859-1861 –año este último en el que viaja a Madrid, en donde prosiguió sus estudios universitarios hasta alcanzar el grado de licenciado en Derecho el 18 de junio de 1865. En Madrid, vivió como estudiante en diversos domicilios: en la Calle Barquillo nº 12, Calle de la reina nº 8, Calle de los jardines nº 31 y Calle Carnicerías nº 3 –siempre a cargo y bajo el tutelaje de algún familiar directo o amigo de la familia–, ciudad en la que igualmente realizó las prácticas correspondientes a su licenciatura en el despacho del abogado Florencio Fernández y Sola, desde primeros de octubre de 1863 hasta mayo de 1865. En este mismo año de obtención de su licenciatura en Derecho casó el 16 de diciembre con Adela García Pérez, natural de Lupión, en la casa de la contrayente –si bien su matrimonio quedó inscrito canónicamente en la parroquial de Begíjar, habiendo ejercido como oficiante el coadjutor primero de la iglesia de Begíjar José María Lara, amigo personal de Diego de lamoneda, y al que pasados algunos años dedicará un poema, como comprobaremos en las páginas que siguen. Adela García debió  nacer entre los años 1844-1845, a la luz de la información desprendida del acta de defunción de su marido, donde se dice tenía 44 años, ya que no hemos podido localizar su partida de bautismo por la pérdida documental de gran parte del archivo parroquial de Lupión que se encuentra actualmente en el Archivo Histórico Diocesano de Jaén. Expediente académico. (A.H.N.M). Por una petición de Diego de lamoneda a la Universidad Central de Madrid del año 1870 que está inserta en su expediente universitario, sabemos que ejercía como juez de Primera Instancia en la Carolina (Jaén) en el citado año, no sabiendo exactamente la fecha en la que ganó las oposiciones a judicatura, ni si ejerció con antelación en otras poblaciones.  lo cierto es que el empleo de juez, le sirvió para entrar a formar parte del cuerpo de registradores de la Propiedad, empleo del que tomó posesión el 8 de mayo de 1871 a tenor de su nombramiento mediante real orden. Como curiosidad, diremos que fue el último de los 790 registradores que entró sin oposición y por real Decreto, acogiéndose a la legalidad vigente en estos años para la configuración del primitivo cuerpo de registradores de la Propiedad en España, al que se podía acceder por haber desempeñado previamente el empleo de juez o por haber ejercido la abogacía en los cuatro últimos años.

Como registrador de la Propiedad, sirvió sucesivamente las plazas de Becerreá (Lugo), Huelva, Villar del Arzobispo (Valencia), rute y Baena (ambas en Córdoba), para terminar su carrera profesional en Úbeda (Jaén), ciudad muy cercana a su lugar de nacimiento. Falleció en su último destino ubetense el 29 de agosto de 1888, según reza en su acta de defunción, en su domicilio sito en la Plaza del Santo Cristo a causa de neumonía fibrinosa, siendo enterrado en el cementerio municipal en el patio 1º sepultura número 447, que hemos localizado y cuya fotografía acompañamos, habiendo dejado una descendencia de nueve hijos, llamados: Francisco, Ignacio, Carmen, Juana, Diego, Adela, Emilio, Enrique y Amalia lamoneda y García. La benjamina, Amalia, casó con juan García rubio, padres de Jorge García lamoneda, maestro nacional, que como pudimos comprobar en las páginas que anteceden, añadió tres únicos sonetos al Álbum; quien de su segundo matrimonio con Fernanda Cuevas García, fue hija Ana García Cuevas, heredera del poemario de su bisabuelo Diego lamoneda y lamoneda, que nos ha aportado el original y otros documentos familiares para realizar el presente estudio, agradeciéndole su total confianza y deferencia para la conclusión de este trabajo.

Transcripción de uno de sus poemas.

Amar es sufrir. 

Si quieres niña bella ser cual las flores toma bien mi consejo no te enamores; porque es una cosa en la que jamás tu alma será dichosa. zagala que entre las flores tu vida pasas sin llanto, dime; ¿en medio de tu encanto no tuviste nunca amores? ¿no has sentido esa pasión que el nuestro pecho enardece, nuestra audacia robustece nos quema el corazón? ¿no sentiste los latidos de algún corazón amante buscar el tuyo anhelante para quedar confundidos?. ¿y en noche clara y serena que todo convida a amar no te ha ocurrido pensar algún  hombre por ti pena?. en cutis transparente, esa candidez hermosa que vi en tu boca de rosa a todas horas siente, diciendo estar á porfía que tu tierno corazón aun no sintió esa pasión que solo encierra falsía. Bella niña no te rías; es cierto cuanto te digo, sino recuerdas conmigo una historia de estos días. en una hermosa pradera sembrada toda de flores despidiendo sus olores en fragante primavera, hoy una linda doncella al parecer candorosa, sencilla cual mariposa y mas que ninguna bella. Su boca entreabierta lanza dos mil suspiros de amor; su rostro muestra el temor al poco que la esperanza; la cual se ve realizada, pues al cabo de un momento un joven llega contento que va en busca de su amada. Sus pechos juntos se agitan se enlazan sus corazones y rebosando ilusiones á su mismo tiempo palpitan. Ambos ser constantes juran y en promesas y halagos sin temor á los estragos del amor, su copa ayunan. ¿no ves que felices son? ¿no reparas sus semblantes tiernos, sencillos y amantes revelando su pasión?.

¿Tú que eres cándida y pura como podrás comprender que ame luego a otra mujer su hombre que tanto jura? no creas que al separarse de aquella joven que adora noble como encantadora, vaya el galán a entregarse á esos recuerdos de amor que en soledad deseada dejan el alma atrasada como el estío a la flor. no, va en busca de otra rama bella como la primera y él con corazón de fiera también jura que la ama. resultado, la anterior tan tierna como constante, viendo su infame en su amante, murió de celos y amor. la segunda que era de esas veletas (que tanto abundan y en su mentir su placer fundan) pronto olvido sus promesas. Él, se quedo sin ninguna, pero en lugar de sufrir se preparaba a seguir probando otra vez fortuna. esto sucede en amor; para un rato de placer hay dos mil de padecer y otros tantos de temor. Así pues tierna doncella repasa bien esta historia; tenla siempre en la memoria, no la separes de ella; y si algún hombre atrevido fingiéndote una pasión que no hay en su corazón por un duro y pervertido quisiera hacerte caer en su abominable lazo, huye, rechaza su abrazo y no lo vuelvas á ver. Cuida solo de tus flores tan frescas como lozanas; ya verás por las mañanas como te ofrecen amores. ellas usan tu embeleso; con las hojas entreabiertas como los labios de ciertas bellas al darnos un beso, te pedirá cuatro mil, para en cambio de tu amor, su perfume embriagador tendrás todo el mes de Abril. Una flor siempre esta pura; si alguna vez por acaso tocando el Sol al ocaso pierde algo de su frescura; si en el caluroso estío muere como es natural y solo queda el rosal para resistir el frio, no temas: en el instante que llegue la primavera veras á su compañera fresca, sencilla y radiante. en resumen, hija mía la pureza de la flor no creas que en el amor podrás hallarla algún día. Si quieres pasarlo bien déjate por Dios de amores, cuida solo de tus flores y estarás en un edén. 

Diego la moneda. 

Madrid, 28 de octubre de 1862. 

Publicada en el mensajero el 4 de febrero de 1862. 

Como se puede apreciar, la fecha de publicación fue anterior a la fecha de su plasmación en el Álbum. Seguramente la edición de este poema en el periódico el mensajero, dio pie al autor a seguir escribiendo e inaugurar el poemario del que damos cuenta en su integridad.

Es una transcripción del primer poema del álbum. Seguiré hablando de estos antepasados tan interesantes.

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