Y Dios me liberó

 

Y sigo con mi retiro espiritual y de fe. Creciendo en el Señor. Ha sido un día muy especial para mí, que no vivía hace muchos años y me atrevo a decir que con todo lo que he vivido dentro de los movimientos de Nuestra Señora de jóvenes, juventud de Acción Católica, nada es parecido a lo que he sentido aquí. Porqué sí, ¿Por qué no decirlo abiertamente?  Dios perdona, pero ¿Yo me perdono? Somos los jueces más duros, sobre nosotros mismos. Pero el perdón es posible. La sanación de cuerpo y espíritu es posible. Ha acabado la segunda jornada del Retiro. Y acostada, nunca encontraba la postura en la cama, con muchos dolores, del pie y la espalda. Y aquí no me duelen. Estoy muy cansada y escribo mi experiencia del día y solo puedo decir, que está siendo muy emocionante. No dejo de llorar en todo el día. Es una experiencia liberadora, sanadora, de cuerpo y espíritu. Me siento, acogida, tratada como un igual, para nada sobreprotegida, ni que sientan lastima, ni tratarme diferente, sino una más del grupo. 

Hoy ha sido el día de la esperanza. Se ha hablado sobre el trípode: La oración, la, formación y la acción.

Para mi ha sido el día del perdón con mayúsculas. No solo el de Dios hacia mi, sino el de mi misma. La cicatrices están ahí, porque aunque la herida sane, queda la cicatriz de la operación. El perdón es la operación que hace Dios en nosotros, el nos sana, pero la cicatriz está ahí, de la herida que nos hicimos. Late en nuestro corazón y espíritu. Pero hoy yo he visto el milagro en mi. Me ha sanado. Ahora tengo que cuidar mi cicatriz, echarle cristalmina y que no se vuelva abrir la herida. Se notará en mi cuerpo y espíritu, pero tendré que aprender a andar con esa cicatriz de por vida, cuidando cada día de que no se abra. 

El resto me lo reservo en mi corazón. Los ratos de oración en la capilla. Pero solo puedo decir que me siento en familia. 

Mañana es el último día, y se abren las últimas cajas, para montar la cosechadora. Os seguiré contando o quizá me lo guarde para mí. En mi corazón.