La Piedad

 

Pietà de Miguel Ángel Buonarroti (1499), ubicada en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

Hoy quiero traeros éste post especial porque hoy se cumple un año y dos meses de la muerte de mi madre. Y es Semana Santa y fuimos a Sevilla el viernes de Dolores y el sábado vimos una representación del "Hijo del hombre" en Rute, Córdoba donde actuaba mi sobrina Teresa tocando el violín.

Mamá, Hoy hace un año y dos meses que me faltas. No sé, Parece como si estuvieras todavía conmigo, te siento muy cerca, estás en nuestras conversaciones y corazón. La representación que hicieron el grupo de actores y músicos en que tocaba Teresa con su violín "El hijo del hombre " me impactó, sobre todo la imagen de la Piedad, cuando representan el descenso del cristo muerto en brazos de su madre. Me impactó mucho pues os vi a ti, madre y a Pablo, como justo eso, a ti, como la virgen Maria y a Pablo como Jesús muerto en tus brazos representando la mismísima Piedad y cuando hablaron de los hermanos, me identifiqué como hermana de Jesús. ¡Dios, que impresión me hizo! Me emocioné y salieron lágrimas de mis ojos. Os vi, allí representados como madre e hijo. 

Mamá, te veo en todas partes y sobre todo en esta Semana Santa, te veo como eso, como madre en la pasión de Jesús, tu hijo, mi hermano. Así lo siento. Y es que está imagen de Jesús en brazos de su madre es mi preferida en Semana Santa. Pues es una imagen muy maternal, en que se ve a Jesús en una representación muy humana como hijo. Y se refuerza la imagen de María cómo madre de Jesús y de todos.

¿Sabes mamá? Yo me veo como Maria Magdalena, lavándole los pies con mis lágrimas a Jesús, y es que me siento muy unida a él, como mi propio hermano. Y me veo muy pequeña ante él y necesito que me perdone. 

Cristo con el fariseo, Iglesia del SalvadorSan Petersburgo

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A lo largo del siglo XII la Iglesia católica comenzó a entender que los fieles no sólo necesitaban un Dios todopoderoso, omnipresente y justo, sino que precisaban de la figura fundamental de la Virgen María como Madre amable, comprensiva,  protectora y canalizadora del Amor de Dios. Este cambio no sólo derivó en la revalorización de la imagen de la Virgen María como madre de Jesús, sino que también fue el comienzo de la humanización del Dios “Hijo” que redimió los pecados de la Humanidad como Salvador del mundo. Este binomio Madre e Hijo le sirvió a la Iglesia católica para establecer un paralelismo entre la figura maternal de la Virgen María y la propia “Madre Iglesia” como protectora de la fe cristiana y canalizadora de la bondad de un Dios amable, al igual que María como madre de Jesucristo.

Esta circunstancia, cada vez más notoria, fue fundamental en las representaciones escultóricas y pictóricas a partir del siglo XII, las cuales comenzaron a mostrar escenas en las que la imagen de María y Jesucristo estaban ligadas íntimamente. Esto comenzó a desarrollar numerosas escenas en las que la relación entre la Madre y su hijo Jesús era el motivo principal de la representación, especialmente cuando el afecto materno emanaba de las figuraciones con cierta intensidad. El sentimiento maternal nunca ha sido más explícito que en el dolor de una madre llorando por la muerte de su hijo muerto en sus brazos, de ahí que los místicos de la Baja Edad Media – como Santa Brígida, San Buenaventura o Enrique de Berg – centraran sus visiones en lo que hoy conocemos como la iconografía de “La Piedad” o “Las Angustias”.

Grupo escultórico de «La Piedad» (siglo XVIII), atribuido a Cristóbal Ramos y situado en la sevillana iglesia de Santa María la Blanca.


Estas representaciones nacen como fruto de los ejercicios espirituales de los conventos de monjas místicas del Valle del Rin, extendiéndose más tarde a lo que hoy conocemos como Francia y en el siglo XV a la península itálica e ibérica. Conocido en italiano como “Pietà” y en alemán como “Vesperbild” – puesto que la hora de vísperas de cinco a siete de la tarde corresponde en el Breviario al Descendimiento de la Cruz – , el conjunto iconográfico de la Virgen de la Piedad deriva del tipo tradicional de la Virgen sentada y entronizada con el niño Jesús sobre sus rodillas, sustituyendo la imagen de Jesús niño por la de Jesús hombre: en ocasiones la figura de Jesús muerto en los brazos de su madre se ha representado con la estatura de un niño en proporción con la figura de la Virgen María. Esto deriva de las palabras del franciscano San Bernardino de Siena, quien aseguraba que la Virgen María, extraviada por el dolor, sueña que tiene a su Hijo sobre las rodillas, acunándolo, envuelto en la Mortaja.

A partir de aquí las representaciones que encontramos derivan en dos tipos fundamentales: aquellas en las que el cuerpo de Cristo queda completamente sobre las rodillas de su madre con el torso perpendicular al de la Virgen, y aquellas otras que muestran al difunto Jesucristo apoyado levemente sobre las piernas de su madre. La diferenciación de ambos modelos resulta fundamental para entender la variedad compositiva que se nos plantea en las numerosas representaciones sobre este tema, destacando el papel expresivo, unitario y desgarrador del primer modelo y la solemnidad clásica del segundo. No obstante, no siempre hay una diferenciación clara entre ambas concepciones, no correspondiendo en su totalidad a las características anteriormente expuestas, lo cual se puede apreciar en el ejemplo más afamado de este modelo iconográfico: “La Pietà” que realizara Miguel Ángel Buonarroti en 1499 – a la edad de 24 años – supone un hito en la plasmación de esta iconografía, puesto que no sólo es una obra de un valor técnico incalculable, sino que es capaz de unir la expresión que le otorga a la imagen, el modelo de “Piedad” que muestra a la Virgen con el cuerpo de Cristo sobre las rodillas, con el clasicismo y la serenidad propia del segundo tipo iconográfico del momento que nos ocupa.

Nuestra Señora de las Angustias de Córdoba, realizada en 1627 por el insigne imaginero Juan de Mesa Velasco. Iglesia de San Agustín. Fotografía: Andy Fresno.

Las representaciones de este tema a lo largo y ancho de la Geografía andaluza son variadas: desde el sufrimiento del grupo escultórico que realizó José Montes de Oca para la Hermandad sevillana de los Servitas (1730), pasando por la dulzura y elegancia del grupo atribuido a  Cristóbal Ramos para la Iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla (siglo XVIII), hasta el dolor recogido del conjunto de la Virgen de las Angustias de Jaén realizado por José de Mora (finales del siglo XVII). La belleza de todos estos conjuntos deriva de las particularidades propias de una escena en la que la Madre sostiene el cuerpo muerto de su hijo, al igual que por la idiosincrasia propia de la pintura y la escultura andaluza a lo largo de la Edad Moderna. Sin embargo, nadie ha sabido mostrar la expresión propia de este momento conmovedor de la Pasión de Cristo como el cordobés Juan de Mesa Velasco (1583-1627), puesto que todas las representaciones escultóricas de este tema pasionista quedan eclipsadas por el conjunto de Nuestra Señora de las Angustias de la ciudad cordobesa (1627): la expresión corporal del cuerpo inanimado de Cristo, junto con el rostro de dolor de María, y una composición unitaria y llena de notoriedad formal, encumbran a este conjunto cordobés como la verdadera muestra del reconocimiento de la Virgen María como Madre de Jesús, Protectora de la Cristiandad y Corredentora del Mundo por el luto de su hijo amado.

Para finalizar esta pequeña semblanza sobre un pasaje especialmente significativo dentro de la iconografía pasionista, sería conveniente recalcar que dicho pasaje no corresponde a un momento descrito por las Sagradas Escrituras, pero que probablemente sea uno de los instantes más sobrecogedores de la Pasión y Muerte de Jesucristo, reforzándose así la idea de María, como Madre y de Jesucristo, como Hombre que murió por nosotros. Además, sería conveniente destacar la importancia devocional que desprenden estos grupos escultóricos de “las Angustias”, siendo razón fundamental para este artículo el traslado de la Virgen de las Angustias de Córdoba al convento de San Agustín y la celebración del triduo de la Virgen de las Angustias de Puente Genil, acontecimiento de especial significado para quien suscribe estas palabras. Todo ello fue reflejado de manera especial por el poeta pontano Miguel Romero, quien en una estrofa de cinco versos escrita para una saeta, describió perfectamente la escena que se acaba de ensalzar, y con los cuales concluyen estas líneas, en un sentido homenaje a este poeta como símbolo de la devoción a la Virgen de las Angustias, Madre corredentora de la cristiandad:

Sobre un peñón solitario

se eleva una cruz vacía

y envuelto en blanco sudario

Muerto en brazos de María

está Cristo en el Calvario

                      Jesús María Ruiz Carrasco


Fuente: Cordobacofradiera.wordpress.com

Comentarios

  1. Exhaustivo recorrido por esa pieza tan especial

    Tu madre sigue a tu lado, nunca te dejará sola. Un abrazo fuerte, Elena

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    1. Muchas gracias por comentar en este pequeño espacio de reflexión 🌈 🌺 🥰 🤗 😘

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