Los discípulos de Emaús

 


Éste post es apropósito de la presentación de la reunión trimestral de los cursillistas de cristiandad de toda la provincia a la que llaman Ultreya 

¿Qué es la Ultreya?


Es una comunidad que se hace visible en una reunión Es la comunidad de quienes desde la experiencia común de un Cursillo de Cristiandad, en actitud de conversión progresiva se sienten unidos en una sola fe, un solo Señor y un solo Bautismo y por ello sienten la necesidad de reunirse para compartir y potenciar mutuamente en sus vidas la vivencia de lo fundamental cristiano y el compromiso según la vocación personal.

Y en esta próxima Ultreya que se realizará en Cortijos Nuevos. En la Sierra de Jaén. Me he ofrecido a preparar la primera parte de la meditación de Los discípulos de Emaús. Lo siguientes son las partes en que vamos a dividir nuestra intervención en la Ultreya.

PRIMERO: Caminamos tristes, sin entender aquello que nos pasa, sin esperanza.

                   CANTO

SEGUNDO: Jesús sale al encuentro, se acerca, explica las Escrituras, pero no somos conscientes. Empezamos a estar mejor sin entender.

                     CANTO

TERCERO: Conocemos al Señor, nos damos cuenta de que era Él, cuando estamos delante del Sagrario en la Exposición. Siempre ha estado ahí acompañándonos.

                    CANTO. 

La oración será en base a la lectura de Lucas 24, 13-35 de los discípulos de Emaús, haciendo tres momentos de meditación.

Los discípulos de Emaús 

Lucas 24 13-35. Domingo de Resurrección. Cristo les hizo ver que sus caminos no son los nuestros. Por eso, es necesario vivir con una fe profunda. 


Del santo Evangelio según san Lucas 24,  13-35

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?». Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!». «¿Qué cosa?», les preguntó. Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les había aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron». Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No será necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando en todas las Escrituras lo que se refería a él. Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. 

Oración Introductoria

Señor Jesús, abre mis ojos y mi corazón para verte en todas las circunstancias de mi vida. Dame un espíritu abierto a la aceptación de tu voluntad para poder realizarla por Amor, como tú realizaste la voluntad del Padre. Aumenta mi fe para contemplar vivamente, con estos ojos terrenales, tu Sacramento de Amor, es decir, el don de la Eucaristía. Amen. 

Petición

Señor te pido que a lo largo de este día mí corazón arda de amor por ti. Enséñame a valorar el don de la Eucaristía. 

Meditación del Papa Francisc

En la conversación de los discípulos con el peregrino desconocido impresiona la expresión que el evangelista san Lucas pone en los labios de uno de ellos: «Nosotros esperábamos...» (Lc 24, 21). Este verbo en pasado lo dice todo: Hemos creído, hemos seguido, hemos esperado..., pero ahora todo ha terminado. También Jesús de Nazaret, que se había manifestado como un profeta poderoso en obras y palabras, ha fracasado, y nosotros estamos decepcionados.

Este drama de los discípulos de Emaús es como un espejo de la situación de muchos cristianos de nuestro tiempo. Al parecer, la esperanza de la fe ha fracasado. La fe misma entra en crisis a causa de experiencias negativas que nos llevan a sentirnos abandonados por el Señor. Pero este camino hacia Emaús, por el que avanzamos, puede llegar a ser el camino de una purificación y maduración de nuestra fe en Dios.

También hoy podemos entrar en diálogo con Jesús escuchando su palabra. También hoy, él parte el pan para nosotros y se entrega a sí mismo como nuestro pan. Así, el encuentro con Cristo resucitado, que es posible también hoy, nos da una fe más profunda y auténtica, templada, por decirlo así, por el fuego del acontecimiento pascual; una fe sólida, porque no se alimenta de ideas humanas, sino de la palabra de Dios y de su presencia real en la Eucaristía. (Benedicto XVI, Regina Caeli, 6 de abril de 2008). 

Reflexión

Los discípulos de Emaús, cuando caminaban con sus dudas y bajo la tentación del desánimo, escucharon las palabras consoladoras de Jesús. Cristo les hizo ver que, en muchas ocasiones, sus caminos no son los nuestros. Por eso, es necesario vivir con una fe profunda y luminosa que nos lleve a la aceptación amorosa de la voluntad de Dios en nuestra vida. Justamente en la Eucaristía encontramos el consuelo y la fuerza para seguir luchando aún en medio de las dificultades y contrariedades de la vida. 

Propósito

Acercarme a una Iglesia para visitar a Jesucristo en la Eucaristía y pedirle la gracia de que aumente mi fe. 

Diálogo Final

Jesús quédate con nosotros, queremos vivir contigo. Eres Tú, Señor, nuestra única alegría y seguridad. Señor quiero vivir, siempre, cerca de Ti. Déjame entrar en tu corazón para que el mío arda de amor por Ti. Dame la gracia de valorar y recibir dignamente el sacramento de la Eucaristía. 

Que la alegría de Cristo resucitado colme vuestro corazón de serenidad en el camino de la vida y os aliente a orar, a escuchar con fervor su palabra, a participar dignamente en los sacramentos y a dar testimonio del Evangelio. (Benedicto XVI, Regina Caeli, 6 de abril de 2008) 

BENEDICTO XVI 

REGINA CAELI 

III Domingo de Pascua 6 de abril de 2008 

Queridos hermanos y hermanas: 

El evangelio de este domingo —el tercero de Pascua— es el célebre relato llamado de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). En él se nos habla de dos seguidores de Cristo que, el día siguiente al sábado, es decir, el tercero desde su muerte, tristes y abatidos dejaron Jerusalén para dirigirse a una aldea poco distante, llamada precisamente Emaús. A lo largo del camino, se les unió Jesús resucitado, pero ellos no lo reconocieron. Sintiéndolos desconsolados, les explicó, basándose en las Escrituras, que el Mesías debía padecer y morir para entrar en su gloria. Después, entró con ellos en casa, se sentó a la mesa, bendijo el pan y lo partió. En ese momento lo reconocieron, pero él desapareció de su vista, dejándolos asombrados ante aquel pan partido, nuevo signo de su presencia. Los dos volvieron inmediatamente a Jerusalén y contaron a los demás discípulos lo que había sucedido. 

La localidad de Emaús no ha sido identificada con certeza. Hay diversas hipótesis, y esto es sugestivo, porque nos permite pensar que Emaús representa en realidad todos los lugares: el camino que lleva a Emaús es el camino de todo cristiano, más aún, de todo hombre. En nuestros caminos Jesús resucitado se hace compañero de viaje para reavivar en nuestro corazón el calor de la fe y de la esperanza y partir el pan de la vida eterna. 

En la conversación de los discípulos con el peregrino desconocido impresiona la expresión que el evangelista san Lucas pone en los labios de uno de ellos: «Nosotros esperábamos...» (Lc 24, 21). Este verbo en pasado lo dice todo: Hemos creído, hemos seguido, hemos esperado..., pero ahora todo ha terminado. También Jesús de Nazaret, que se había manifestado como un profeta poderoso en obras y palabras, ha fracasado, y nosotros estamos decepcionados. 

Este drama de los discípulos de Emaús es como un espejo de la situación de muchos cristianos de nuestro tiempo. Al parecer, la esperanza de la fe ha fracasado. La fe misma entra en crisis a causa de experiencias negativas que nos llevan a sentirnos abandonados por el Señor. Pero este camino hacia Emaús, por el que avanzamos, puede llegar a ser el camino de una purificación y maduración de nuestra fe en Dios. 

También hoy podemos entrar en diálogo con Jesús escuchando su palabra. También hoy, él parte el pan para nosotros y se entrega a sí mismo como nuestro pan. Así, el encuentro con Cristo resucitado, que es posible también hoy, nos da una fe más profunda y auténtica, templada, por decirlo así, por el fuego del acontecimiento pascual; una fe sólida, porque no se alimenta de ideas humanas, sino de la palabra de Dios y de su presencia real en la Eucaristía. 

Este estupendo texto evangélico contiene ya la estructura de la santa misa: en la primera parte, la escucha de la Palabra a través de las sagradas Escrituras; en la segunda, la liturgia eucarística y la comunión con Cristo presente en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. La Iglesia, alimentándose en esta doble mesa, se edifica incesantemente y se renueva día tras día en la fe, en la esperanza y en la caridad. Por intercesión de María santísima, oremos para que todo cristiano y toda comunidad, reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús, redescubra la gracia del encuentro transformador con el Señor resucitado.

Lectio divina 3º Domingo de Pascua (4-5-2014): Emaús, por Ángel Moreno de Buenafuente 

La liturgia de la Palabra para la lectio divina del 3º Domingo de Pascua (Emaús) es Act 2, 14. 22-28; Sal 15; 1 Pe 1, 17-21; Lc 24, 13-35) 

LLAMADAS 

"Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré" (Act 2, 25) 

"Bendeciré al Señor que me aconseja; hasta de noche me instruye internamente" (Sal 15) 

"Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos." (Lc 24, 15) 

ACOMPAÑAMIENTO 

Hoy existe una nueva fenomenología en el camino espiritual: el sentimiento de ausencia, de soledad, de no encontrar interlocutor con quien compartir la duda, la pregunta, la búsqueda, la experiencia interior, la moción espiritual, y poder discernir así con garantía el camino que Dios quiere, para evitar seguir la propia voluntad y trazar el proyecto de vida desde un planteamiento psicológico o afectivo, en vez del camino que conduce al deseo divino. 

Este tercer domingo de Pascua, la Liturgia nos ofrece la emblemática lectura de los discípulos de Emaús, en la que se describe cómo Jesús, por propia iniciativa, es quien se acerca a los dos viajeros desanimados y desesperanzados. 

Leyendo este texto, deberemos tener la certeza de la sensibilidad de Jesús para con cada uno, y de su acompañamiento de manera discreta, velada, tantas veces en forma de amigo, de compañero de trabajo, de miembro de la misma comunidad, de vecino de casa. Pero quizá, al igual que los discípulos, no descubramos la presencia solidaria del Señor. 

A su vez, el Evangelio nos invita a convertirnos en compañeros de quienes caminan a nuestro lado, y a poder ofrecerles una lectura trascendente de los hechos de vida, de la historia cotidiana o de los acontecimientos más impactantes. El relato de Emaús es referente para crecer en confianza, porque Jesús no nos deja solos; y para comprometernos en la tarea fraterna de la escucha, y de la enseñanza testimonial de lo que sabemos que ensancha y alegra el corazón. 

Hoy existe demasiada soledad entre los cristianos, que por posible ambiente adverso, se encierran, y viven de manera atomizada e individualista la fe en Jesucristo resucitado. La escena de la posada, y sobre todo el retorno a Jerusalén, al cenáculo, para compartir con los otros discípulos la experiencia de Pascua, es un itinerario evangélico. 

Trae a tu mente y a tu corazón las palabras de las Sagradas Escrituras, que te aseguran el acompañamiento de Dios, la cercanía de Jesucristo, la presencia íntima del Espíritu Santo, la entrañable mirada de María, madre de todos los hombres. El creyente cristiano ha encontrado el tesoro de no estar nunca solo, ni abocado a la meta horrible del sinsentido, sino invitado siempre a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía.

Pablo D'Ors: "Las formas tradicionales de la Iglesia no responden a la sensibilidad y al lenguaje contemporáneos" 

"La única manera de que exista fidelidad es de forma creativa. Si no hay creatividad, no hay felicidad; hay conservadurismo que es distinto" 

"Está muy bien conservar el patrimonio espiritual, pero no estamos llamados a ser siempre conservadores, sino a ser fieles. A vivirlo realmente" 

"Esto es lo que olvidamos: tan importante como el patrimonio que hemos recibido como el Evangelio, por ejemplo, es el hombre y la mujer de hoy 

"Porque tú puedes tener un mensaje extraordinario pero si realmente no tienes en cuenta al destinatario, ¿para que te sirve un tesoro? ¿Para guardarlo bajo la tierra en un arcón?" 

"La fidelidad no es sólo al Evangelio, es al hombre y a la mujer de hoy. Y si estamos lejos de ellos, difícilmente vamos a conectar" 

"Los prejuicios nos matan; en un sentido y en otro. Hoy, en nuestra sociedad española ser cristiano, hablar de Cristo, hablar de Dios -no digo ni de religión ni de Iglesia- es políticamente incorrecto"

PRIMERO: Caminamos tristes, sin entender aquello que nos pasa, sin esperanza. 

Mi aportación a la meditación en esta primera parte es mi propia experiencia. Soy una seguidora de Cristo, pero vivo en en este mundo de locos, individualista, egoísta, consumista, sentimos la llamada de Jesús, pero no la seguimos por cobardía, por miedo a alejarnos de lo conocido, de nuestra casa confortable, de nuestra familia, que nos apoya y ayuda y en la que nos refugiamos, y acudimos al mínimo problema. Y Jesús nos pide, déjalo todo y sígueme. 

En el pasaje de Emaús, sus discípulos estaban tristes y decepcionados, porque lo habían seguido en toda su trayectoria hasta la Cruz y una vez muerto, para ellos se fue. No extendieron que resucitaría al tercer día. Se sentían, solos y que los habían abandonado, estaban decepcionados. Y no lo reconocieron. Jesús está dentro de nosotros en nuestro corazón. Está a nuestro lado, llevándonos de la mano. Y seguimos tristes porque no lo reconocemos. Nos sentimos solos y no atendemos a su llamada. En esta meditación de hoy os convoco a darnos la mano, a tenderla, al hermano y reconocernos en brazos del Señor, porque en el hermano está Jesús, a tu lado.


Comentarios

  1. Compleja y árdua reflexión. Pero si tras hacerlo uno sale limpio de corazón bienvenido sea.

    Un abrazo fuerte, Elena

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    1. Muchas gracias por comentar en este pequeño espacio de reflexión 🌈 🌺 🥰 🤗 😘

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