No somos peregrinos, sino simples vagabundos

 


Nuevo mes, nuevos propósitos.

Hoy os traigo éste artículo, porque me encanta Pablo d'Ors y como habla y dice las cosas y es que me llega muy dentro su mensaje, nos creemos el centro y hay que mirar mas hacia dentro. No buscar fuera. Y me pregunto ¿Quizá debería dejar de hacer lo que hago? Pararme y volver a meditar. Me hace feliz mis actividades deportivas, de ocio, como pintar y escribir, pero quizá debería parar y meditar, que lo hacía hace unos años. Pero no hallaba respuesta en el silencio, me distraía con la música que ponía, las baritas de incienso, lo incómodo de la postura, me dolía la espalda. Quizá debía probar otra postura, en vez en el banquito en el suelo, en una silla. Sin música. 

Porque yo creo en el AMOR con mayúsculas, soy creyente y creo en Dios. Pero también creo en la humanidad y escribo poesía y cuentos, relatos y quiero cambiar el mundo, pero quizá debía simplemente cambiar yo por dentro y no esperar nada, simplemente observar, meditar y dejar que las cosas sucedan. Y envolverme del amor que se me da y corresponder a este amor, con amor.

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El escritor y sacerdote Pablo d’Ors (Madrid, 1963) cree que no hay ningún camino “tan radical para el autoconocimiento” como el de sentarse cada día en silencio y en quietud a meditar, es decir, a trabajar la mansedumbre y la aceptación de lo que hay. En un mundo en el que, según el autor de ‘Biografía del silencio’ (Siruela, 2012) y ahora ‘Biografía de la luz’ (Galaxia Gutenberg, 2021) –una relectura del Evangelio–, hemos dejado de creer en la belleza y el bien, y en el que la oscuridad se ha ido apoderando de nosotros en sus diversas formas, necesitamos más que nunca “mirarnos por dentro para cambiar por fuera”. Hablamos con él en una nueva entrega de nuestras ‘entrevistas emocionales’. ¿Dios ha muerto? ¿Dónde está Dios?

D’Ors sostiene que los bienes materiales nos han dado una seguridad ficticia que nos ha ido endureciendo el corazón. “A veces vivimos tan debajo de nosotros mismos que apestamos”, afirma este meditador, que nos anima a huir de lo convencional para no poner en riesgo nuestra singularidad y a reencontrarnos con nuestro yo profundo. “El ego siempre teme ser desplazado por el verdadero yo”, sentencia.

El escritor madrileño acaba de publicar Biografía de la luz (Galaxia Gutenberg), donde hace una relectura mística y una interpretación del Evangelio. “Cristo es un faro para toda la humanidad, no solo para los cristianos. Perderse el patrimonio espiritual del cristianismo solo porque no se es confesionalmente cristiano me parece una triste necedad”, explica el también fundador de Amigos del Desierto, un colectivo integrado por cientos de meditadores de toda España.

Sentarse, respirar, acallar los pensamientos, quedarse en silencio con uno mismo, volver al centro, volver a casa… ¿Meditar para derrotar nuestro ego y reencontrarnos con nuestro yo más profundo, con nuestra esencia, meditar para morir y renacer?

No se trata de hacer cosas raras: cruzar las piernas en una postura incómoda, unir el índice y el pulgar, encender barritas de incienso… Todo eso son rituales que pueden ayudar, pero que también pueden distraer de lo esencial. Lo capital es atrevernos a estar sin hacer nada de particular. Porque nos identificamos con lo que hacemos y, cuando no podemos hacer, entramos en crisis, como no podía ser de otra manera. Pero somos mucho más de lo que hacemos. La escuela del ser es aprender a no hacer. Sentarse, respirar, acallar los pensamientos, quedarse en silencio con uno mismo, volver al centro, volver a casa… ¿Meditar para derrotar nuestro ego y reencontrarnos con nuestro yo más profundo, con nuestra esencia, meditar para morir y renacer?

Así es. Lo de morir a uno mismo, si te sientas a meditar con humildad y perseverancia, lo garantizo. Lo de renacer, en cambio, ya veremos. Eso depende de que mueras de verdad. Meditar te cambia. No meditamos porque no queremos cambiar, es así de sencillo. No conozco ningún camino tan radical para el autoconocimiento como el de simplemente sentarse cada día en silencio y en quietud. La cosa es que si no morimos y renacemos constantemente, nos sobrevivimos a nosotros mismos: queda la biología, pero sin biografía.

Lo difícil, escribes en ‘Biografía del silencio’, no es meditar sino querer ponerse a meditar…

Lo Estamos en manos de nuestros pensamientos y de nuestras distracciones, de la tiranía de nuestra mente. Dicen que tenemos al día unos 60.000 pensamientos, la mayoría negativos. ¿Cómo se empieza a escapar de este control mental, cómo se inicia uno en el camino de la espiritualidad?

Un camino es un horizonte y la tierra que pisamos, las dos cosas: ideal y realidad. Sin el ideal, no somos peregrinos, sino simples vagabundos. Sin realidad, somos meramente utópicos o idealistas. Las personas espirituales mantienen viva la tensión entre el ideal y la realidad. ¿Cómo empezar a caminar? Dando un paso, sólo uno, eso es totalmente posible. Pero un paso orientado hacia el ideal, Dios, la plenitud, como queramos llamarlo. Sin lo concreto, todo lo espiritual es inmensamente oprimente.

Queremos controlarlo todo. Queremos vivir imponiendo nuestros deseos. Vivimos manipulando personas y cosas para nuestra propia satisfacción. En ‘Biografía de la luz’, señalas: “Creemos que estamos en el mundo para cambiarlo, en lugar de disfrutarlo”. Si aceptáramos la vida tal como viene, tal como es, sin poner resistencias, ¿no nos libraríamos de muchos sinsabores diarios?

Aceptar la vida como viene no significa santificarla. Significa que sólo puedes cambiarla si la amas como es. El amor incluye tanto la aceptación de lo que hay como el deseo de plenitud. Los sinsabores diarios siempre estarán ahí, no cabe eliminar del todo las contrariedades y dificultades que se nos presentan a cada rato. Pero podemos trabajar (¡y se consigue!) para que esos sinsabores sean menos amargos y, sobre todo, para que no empañen la alegría de estar vivos. Todo esto que estoy diciendo suena teórico sólo si no se vive.

Señalas que hay tres tentaciones que nos alejan del ser: el placer, el poder y el tener. Los tiempos que vivimos están dominados por los apegos, las posesiones, las apariencias, las exhibiciones, la acumulación, la celeridad, el individualismo, los abusos de poder, el hedonismo, la autoafirmación constante… Decimos que esto es vivir, pero parece más bien un autoengaño o una trampa. ¿Qué entenderíamos, desde la meditación, la contemplación y la espiritualidad, por buena vida?

Una buena vida es una vida con amor, la cosa es así de simple. Y amar significa la capacidad de dar y de recibir, las dos cosas. Si nos sentimos amados y amamos, pase lo que pase en nuestra vida estaremos globalmente bien. Pase lo que pase: se derrumbe tu casa, pierdas el trabajo, se te muera tu pareja o tu hijo… La fuerza que da amar y sentirse amado es incomparable, los que lo han probado lo saben. Séneca, en ‘Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad’, dice que no tenemos poco tiempo sino que lo perdemos mucho, y añade: “No recibimos una vida breve sino que la abreviamos”. ¿Nos morimos, a menudo, incluso centenarios, sin haber vivido, sin saber muy bien qué es eso de vivir?

Nuestro miedo a morir es porque no hemos vivido, en efecto. Cuando uno culmina una carrera (la de la vida, por ejemplo), lo propio es descansar, no seguir corriendo. Conviene vivir con la clara consciencia de nuestra caducidad, eso imprime a nuestros días una intensidad y una autenticidad muy necesarias. Ninguna vida es breve o larga, aunque nosotros, desde nuestros parámetros, podamos juzgarlas así. Toda vida, si no la interrumpimos voluntariamente, dura exactamente lo que tiene que durar. Pero ni siquiera la vida es el máximo valor. El máximo valor es el amor, la dignidad, la justicia, la libertad… Podemos entregar la vida por todas estas causas, lo que muestra que estas causas son más altas que la vida misma. 

El poeta Alejandro Simón Partal escribe, en su ensayo ‘Las virtudes de lo ausente: fe y felicidad en la poesía española contemporánea’, que el capitalismo salvaje ha rediseñado a Dios y ha pervertido “nuestra capacidad de sosiego y de deseo arrastrándonos al casi manido concepto de lo posthumano”. ¿Hacia dónde vamos?

Conozco a Alejandro, me da muy buena espina. Me parece un tipo honesto, independiente, limpio de corazón, necesario en nuestro tiempo. El capitalismo salvaje, o no tan salvaje, es, efectivamente, la antítesis de Dios. Dios o el dinero, ya lo dice el Evangelio. Yo no sé adónde vamos, no soy un adivino. Pero tengo esperanza, lo que significa que creo que eso hacia donde vamos es globalmente bueno, aunque no lo alcanzaremos, claro, sin penalidades de todo género. No se puede creer en Dios, como es mi caso, y no creer en la humanidad. Los discursos apocalípticos no ayudan, ayuda la esperanza. 

Creemos que somos el centro del universo, que todo gira en torno a nosotros, que la naturaleza está a nuestro servicio. ¿No nos estamos dando demasiada importancia?

Totalmente. Pero el antropocentrismo ha terminado, hay multitud de signos que lo evidencian. Meditamos, quienes meditamos, para darnos cuenta de que, por fortuna, no somos el centro del universo. Pensar que todo gira en torno a nuestro micro-mundo es un flagrante error de perspectiva y, desde luego, una ofensa a la realidad, infinitamente más poliédrica y rica de lo que imaginamos.

En ‘Biografía de la luz’ haces una lectura mística y una interpretación del Evangelio. Ese mensaje de sencillez, de compasión, de amor, esa filosofía de la interioridad que profesa Jesús podría, creamos o no, servirnos de mucha ayuda para esta vida moderna de vacíos y extravíos…

Cristo es un faro para toda la humanidad, no sólo para los cristianos. Perderse el patrimonio espiritual del cristianismo sólo porque no se es confesionalmente cristiano me parece una triste necedad. Leer el Evangelio me sobrecoge, no me deja tranquilo, me obliga a entrar en capas siempre más profundas, me pone en entredicho. Algo de todo esto es lo que he querido compartir en Biografía de la luz. Necesitamos mapas para guiarnos en la vida, y yo he encontrado algunos muy valiosos en los textos sagrados de mi tradición.

¿Dios ha muerto? ¿Dónde está Dios?

Más que en la existencia de Dios, creo en su insistencia. Con mi admirada Simone Weil, os digo: “No os pido que creáis en Dios, pero sí que no creáis en todo lo que no es Dios”. Con eso tenemos tarea suficiente.

Fuente: foucaulddialogosblos.com

Comentarios

  1. ADELA DE LA CUADRA FERNÁNDEZ.
    Esta muy bien y coherente, pero es dificil llevarlo a cabo.Gracias.

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    1. Gracias por comentar en este espacio de reflexión 😊🫂😊😃😘😘

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