La pandemia según Carmen Torquemada Molina

Hay momentos en la vida que nos sirven para reflexionar y preguntarnos qué hacemos aquí. Mirar al interior y darnos una tregua, y quedarnos en paz con la vida, porque no hay otra. En esa situación queda tener paciencia, rezar y esperar que pase y hacer lo que esté en nuestra mano. Como confeccionar mascarillas. 

SE PARALIZÓ  EL MUNDO

Un Viernes más como tantos otros vividos, sin sospechar lo que se nos venía encima, ya se oían rumores pero no nos lo llegábamos a creer que se iba a paralizar el mundo y así ocurrió.

Cómo nos puede cambiar la vida de un día para otro. El Viernes 14 de Marzo salí a trabajar como tantos días. Ya en la calle se  intuía que algo iba a suceder, no había gente por las calles, pocos coches transitando, cafeterías solas. En definitiva miedo, un viernes extraño y poco común.

No sabíamos  como actuar ya que nos metieron tanto miedo a contagiarnos que todo el mundo quería hacerse de mascarillas, gel desinfectante, guantes. Era una odisea poder conseguirlo. El que lo consiguió le costó un buen dinero, porque se pagaba a un precio desorbitado.

No nos quedaba otra que resignarnos y que Dios nos protegiese porque había tantísimo miedo e incertidumbre, nos lo iban anunciando a través de los medios de comunicación, que parecía que venía el Apocalipsis.

Yo me refugié en casa  sólita, no me dio ningún soponcio, que hasta me alegré de tener unas vacaciones forzadas, me hacía falta un respiro, vaya si respiré, me lo tomé en plan relax, me propuse hacer todo lo que no podía por falta de tiempo.

Leí, confeccioné mascarillas, vi mis series preferidas, oí música, canté por mocedades, subiendo el video a mis redes sociales. En definitiva me encontré conmigo misma con incertidumbre pero sin miedo.

Y es que en aquellos días era de locos salir a la calle. Los hospitales llenos de gente y morían como chinches. Nos íbamos enterando poco a poco, pero la información era más bien desinformación, porque ni los entendidos lo tenían claro, los epidemiólogos iban a ciegas y pagaron nuestros mayores en las residencias. En los hospitales no se daba abasto. Esto nos venía grande a todos y a veces surgía la alarma social y la tomaban con los médicos. Pero por otro lado hubo muchos actos solidarios de agradecer, como las canciones en los balcones a los médicos y personal que nos atendía en situación de emergencias. Como policías y bomberos y sanitarios por supuesto.

La pandemia creímos que iba hacer mejores a la sociedad, que aprenderíamos de esta experiencia y seríamos más solidarios a partir de entonces, que sería un antes y un después en nuestras vidas, que la sociedad, el mundo... Porque esto fue a nivel mundial, global... Que la sociedad saldría reforzada de esta experiencia. 

Pero somos olvidadizos y cuando nos dieron un poco de aires de libertad, salimos escopetados a reunirnos, a abrazarnos, llenar los bares y volver a lo de antes, de poco valió la prevención de algunos, las consideraciones de otros, necesitábamos ese aire del que nos habían privado, actuamos como niños enjaulados cuando se abren las puertas después de tiempo encerrados. Aunque muchos aprendemos a llevar siempre la mascarilla, el gel desinfectante, y vacunarnos. Que fue otra locura. Los efectos secundarios de las vacunas, las secuelas de los infectados. Y es que había mucho miedo a morir y con toda la razón. Pues murieron muchos e incluso había dudas de si era por el Covid 19 o otras enfermedades que se les asignaba a esta sin ser, como infartos, neumonías y otras. En fin, que tenemos que aprender de estas situaciones y ser mejores personas. Más solidarias y agradecidas a la vida, porque es la única vida que tenemos y tenemos que convivir con nuestro prójimo.